viernes, 27 de marzo de 2009

Themo Lobos escribe sobre "El Modelo de Pickman"...y sobre varias obras más.




¿ADAPTADORES O ”COAUTORES”?
(CONCÓN, POR THEMO LOBOS).
Algunas de las primeras adaptaciones que llegaron a mis manos fueron los “Digestos”, o resúmenes de los divulgados best sellers publicados en las páginas de antiguos Reader’s Digest, dirigidos a aquellos lectores con limitado tiempo para leer.



Aunque estaban recortados y reducidos, en ellos se respetaba magistralmente el tema original e, incluso, el estilo de los diferentes autores. Pronto se agregarían a las novelas de origen las adaptaciones cinematográficas: “Beau Geste” de Christopher Wren, “The Grapes of Wrath” de John Steinbeck, y muchas otras, todas con gran éxito.

Pasaron los años, y, con el nacimiento de la historieta o COMIC en la gráfica de entretención, no tardaron en aparecer los relatos literarios como tema argumental del arte secuencial. En esta grata tarea se distinguieron, Por su calidad artística y un respeto notable hacia los escritores, diversos dibujantes italo-argentinos. Destacados adaptadores como José Luis Salinas (“Ella”, “Ayesha”, “La Pimpinela Escarlata”, “Los Tres Mosqueteros” y otros); Juan D’Adderio (“Crimen y Castigo”); Jorge Pérez-Castillo (chileno que, junto a su hermano Arturo se hizo famoso en Argentina), con su hermosa versión de “María” de Jorge Isaacs y “Madame Bovary”, entre otras obras que se publicaron en Intervalo, Aventuras, Patoruzito y muchas revistas de gran circulación en el país hermano.



Luego apareció otro maestro de la historieta: Alberto Breccia, con un clásico de la literatura de suspenso, misterio y ciencia-ficción, “Los Mitos de Ctulhu”, de Lovecraft. Con una genial combinación de dibujos, textos y collage y un magistral uso de grises y negros intensos, tradujo a imágenes las fantasmagorías del autor. Aquí aparecen los “Antiguos”, las escalinatas que, en forma vertiginosa se hunden en las entrañas del planeta; “El Color que cayó del Cielo”, con los horrores sufridos por los humanos de un pueblito, y otras escalofriantes historias.


Breccia reprodujo el entorno ominoso de los personajes agobiados cuadro a cuadro, por una semipenumbra poblada de horrendas y rampantes criaturas.

Duele observar que en nuestra patria este tipo de adaptaciones casi no existe; pienso que la causa es que hay pobreza en la publicación del género historietístico. Hace ya cincuenta años se intentó publicar, en forma de historieta, las “Aventuras del perrito Cuatro Remos”, intento fallido.



Sin embargo, hay cuentos cortos de Baldomero Lillo, como “Inamible” y “Las Aventuras de Cañuela y Petaca”, relatos breves de gran calidad literaria, de autores como Francisco Coloane, Manuel Rojas y María Luisa Bombal, que merecen ser adaptados a historieta.



De Rojas, por ejemplo, tenemos la enternecedora historia de “El vaso de Leche”, que sería un interesante desafío para el artista que hiciera un estudio de las fisonomías y expresiones de los personajes, ya que la acción es mínima.

Pero ya está en nuestras manos el resultado del trabajo de un grupo de jóvenes chilenos, argumentistas-guionistas y dibujantes que, gracias a su entusiasta trabajo, y al apoyo del FONDO DE CULTURA DEL GOBIERNO DE CHILE, ha logrado realizar la adaptación de uno de los más inquietantes relatos de H.P. Lovecraft. Creo – y espero – que esta publicación será el inicio de una tendencia que conseguirá develar las capacidades de nuestros valores artísticos jóvenes, que han sido postergadas por demasiado tiempo en su expresión gráfica dirigida a la divulgación literaria. La presente edición es una muestra valiosa de lo que se puede lograr en el futuro.



La adaptación de El Modelo de Pickman , de H.P. Lovecraft, realizada por Villarroel, Aiquel y Luco tiene la fuerza innegable de un inicio promisorio. Si usted, al leer y mirar las escenas de esta obra, siente un escalofrío y alguna emoción… se habrá conseguido el propósito planeado.
¡Que se repita, que se divulgue y que sea aceptada por los lectores! La historieta es un vehículo valiosísimo de la cultura.



¡Adelante, amigos y colegas! ¡Están bien encaminados! ¡Vaya mi saludo entusiasta para ustedes!
FOTOS
1. Themo Lobos, imagen de archivo. Foto: Gilberto Villarroel.
2. Gilberto Villarroel y Themo Lobos en una imagen de archivo, de 1993. Foto: Teresa Vial.

lunes, 23 de marzo de 2009

"El Modelo de Pickman": primeras reseñas.






Villarroel, Aiquel y Luco “han logrado realizar la adaptación de uno de los más inquietantes relatos de H.P. Lovecraft. Si usted, al mirar y leer las escenas de esta obra, siente algún escalofrío y alguna emoción…se habrá conseguido el propósito”.
THEMO LOBOS, dibujante, en el prólogo del cómic.

“¿Recomendable? Absolutamente. El Modelo de Pickman es parte ya de la historia de nuestro cómic y debe ser considerado un ladrillo relevante de nuestra incipiente construcción”.
JORGE BARADIT, escritor.
http://www.baradit.cl/blog/2009/03/el-modelo-de-pickman/

“…Aunque la acción se desarrolla en la época actual, la obra…conserva los principales elementos de la pieza creada por el atormentado y popular narrador estadounidense”.
RODRIGO CASTILLO, LUN

"El Modelo de Pickman es un trabajo más aspiracional que concreto en sus logros. Se apoya con fuerza en una pieza narrativa de calidad, luego en un guión correcto y en su adecuada composición. Si somos capaces (o lo suficientemente generosos y solidarios) para obviar el deficiente trabajo de línea, de todas formas es una novela gráfica agradable de leer, que entretiene y cumple la mayoría de sus objetivos".
MYTHICA EDICIONES, Blog. Editorial chilena de Narrativa Gráfica.


“La leí, me pescó de inmediato”.
MAURICIO GARCÍA, editor del portal Ergocomics.cl.
"Inspirados en los imaginarios de novelas gráficas como Batman y Arkham Asylum (creado por Dave Mckean y Grant Morrison), los dibujantes de El modelo de Pickman mezclaron técnicas de ilustración: fotomontaje, dibujo a lápiz, acuarela y óleo. Así, Aiquel y Luco optaron por un trabajo manual que los liberó de los computadores".
DENISSE ESPINOZA, La Tercera.
LECTURA DE IMÁGENES.
1. "El Modelo de Pickman". La Parte de Santiago, dibujada por Gabriel Aiquel.
2. "El Modelo de Pickman". La Parte de Chiloé, dibujada por Christian Luco.

viernes, 20 de marzo de 2009

Exitoso lanzamiento del cómic "El Modelo de Pickman": Qué Leo agotó stock de ejemplares.


























(SANTIAGO). Con lleno total se realizó anoche, en librería Qué Leo, en Providencia, el lanzamiento del cómic-book“El Modelo de Pickman”, basado libremente en un relato de H.P. Lovecraft, con guión de Gilberto Villarroel y dibujos y tintas de Gabriel Aiquel y Christian Luco. La obra fue presentada por los propios autores y por el editor del portal especializado Ergocomics.cl, Mauricio García, quien manifestó que su interés por la literatura de Lovecraft tiene más de 30 años y se remonta a las publicaciones de editorial, Quimantú, a comienzos de los 70, con relatos como "En la cripta".

La edición de 60 páginas, en papel couché, que ya se encuentra a la venta en las principales librerías de Chile y a través de Internet en Bazuca.com , combina fotomontajes con entintados realizados manualmente (y no por computador). Además contiene extras, bocetos, fotografías y notas de producción y making of. El proyecto, editado por Midia, Creadores de Contenidos, ganó el concurso del Fondo del Libro en su versión 2008. Anoche, los autores firmaron ejemplares a invitados especiales, familiares y amigos, quienes agotaron el stock de cómics que tenía el local de Providencia de la librería Qué Leo.

“El Modelo de Pickman” es uno de los cuentos más conocidos del maestro del terror psicológico, el escritor estadounidense H.P. Lovecraft (1890-1937). Esta novela gráfica incursiona en el género a través de una versión libre del cuento, que sitúa la acción en Chile, justo antes del cambio de Milenio. El prólogo ha sido escrito por el destacado dibujante y guionista Themo Lobos, quien repasa la relación entre la literatura y los cómics tanto en Chile como en el extranjero y señala que los autores “han logrado la adaptación de uno de los más inquietantes relatos de H.P. Lovecraft. Si usted, al mirar y leer las escenas de esta obra, siente algún escalofrío y alguna emoción…se habrá conseguido el propósito”. Durante la presentación de anoche se proyectaron imágenes del cómic en un datashow y Gilberto Villarroel dio a conocer a los asistentes el saludo cariñoso enviado desde Concón por Themo Lobos, a quien visitó el viernes pasado, antes del lanzamiento, "para obtener su bendición".

Se ha respetado la esencia del cuento, la historia de un pintor, Richard Upton Pickman, que retrata monstruos sospechosamente reales. Se ha agregado un personaje protagónico, el periodista Gabriel Martínez, quien investiga la muerte de su mejor amigo, otro periodista que seguía los pasos de Pickman. La acción empieza en Santiago, en un capítulo dibujado por el diseñador e ilustrador Gabriel Aiquel (con experiencia en cómics como “Protagonistas de la Música”, realizado para Canal 13 por Midia), y culmina en la isla grande de Chiloé, en un capítulo dibujado por el joven realizador Christian Luco. La dirección de arte fue un trabajo compartido entre Gabriel Aiquel y Andrea Arteaga, publicista y directora de arte de Midia.

El guionista Gilberto Villarroel es un conocedor del universo de Lovecraft, pues antes, en el 2000, produjo y escribió una adaptación de este mismo cuento como un mediometraje de 45 minutos, la película de culto “Chilean Gothic”, pionera del cine de género nacional y editada en DVD en Estados Unidos por Lurker Films con el título “Pickman´s Model”. El filme, dirigido por Ricardo Harrington y protagonizado por Rodrigo Iván Sepúlveda y Luis Alarcón, es considerado por Andrew Migliore, director del H.P. Lovecraft Film Festival, como “una de las mejores adaptaciones del canon lovecraftiano”.

“Esta vez –señala Villarroel- quisimos ir más allá de la adaptación cinematográfica, modificando el aspecto físico de algunos personajes y profundizando situaciones y atmósferas que fueron surgiendo a partir del diálogo creativo con los dibujantes, donde partíamos de un texto, ellos hacían los bocetos y luego, al ver los dibujos, éstos me provocaban emociones que llevaban a modificar y mejorar ese texto”.

Edita Midia, la misma casa responsable de títulos como “Los Pinochet Boys”, “Santiago Gráfico”, “Parques de Santiago”, “Cartas de la Memoria”, “Neopop, Tendencias visuales en Iberoamérica” e “Innovación, Made in Chile”.
http://www.midia.cl/
http://elblogdemidia.blogspot.com/


FOTOGRAFÍAS


1. Una vista general del lanzamiento,con los autores junto a una presentación flash del cómic.
2. Como llegó tanto público, todos los niveles de la librería fueron ocupados por los asistentes.
3. La entrada de Qué Leo se llenó de fanáticos de los cómics. Nuestras disculpas a quienes llegaron tarde y no alcanzaron a entrar, porque el local ya estaba lleno y las puertas fueron cerradas.
4.Todos escucharon atentamente la presentación que hizo Mauricio García, editor del portal Ergocomics.cl .
5. Hasta en la escalera se acomodó el público que asistió al lanzamiento.
6. Durante la presentación en Qué Leo, de izquierda a derecha, aparecen: Gilberto Villarroel, editor y guionista del cómic, Christian Luco, dibujante, Gabriel Aiquel, dibujante y co-director de arte, y Mauricio García, editor del portal Ergocomics.cl.
7. Pendón con la contraportada del cómic, poco antes del lanzamiento. Este rincón también se llenó de gente.
Créditos de fotos: Paul Walder, Isidora Irarrázaval y Gilberto Villarroel.

martes, 10 de marzo de 2009

Lanzamiento del cómic "El Modelo de Pickman": Hoy, jueves 19, en Qué Leo, a las 19:30 horas.






















(SANTIAGO).El próximo jueves 19 de marzo, a las 19:30 horas, se lanzará en librería Qué Leo, en Providencia, una de las novelas gráficas o cómic-books más ambiciosos publicados hasta ahora en Chile: “El Modelo de Pickman”, con guión de Gilberto Villarroel y dibujos y tintas de Gabriel Aiquel y Christian Luco. La obra será presentada por los propios autores y por el editor del portal especializado Ergocomics.cl, Mauricio García.

La edición de 60 páginas, en papel couché, que ya se encuentra a la venta en librerías, combina dibujos realizados mediante distintas técnicas con el uso de fotomontajes y entintados realizados manualmente (y no por computador). Además contiene extras, bocetos, fotografías y notas de producción y making of. El proyecto, editado por Midia, Creadores de Contenidos, ganó el concurso del Fondo del Libro en su versión 2008.

“El Modelo de Pickman” es uno de los cuentos más conocidos del maestro del terror psicológico, el escritor estadounidense H.P. Lovecraft (1890-1937). Esta novela gráfica incursiona en el género a través de una versión libre del cuento, que sitúa la acción en Chile, justo antes del cambio de Milenio. El prólogo ha sido escrito por el destacado dibujante y guionista Themo Lobos, quien repasa la relación entre la literatura y los cómics tanto en Chile como en el extranjero y señala que los autores “han logrado la adaptación de uno de los más inquietantes relatos de H.P. Lovecraft. Si usted, al mirar y leer las escenas de esta obra, siente algún escalofrío y alguna emoción…se habrá conseguido el propósito”.

Se ha respetado la esencia del cuento, la historia de un pintor, Richard Upton Pickman, que retrata monstruos sospechosamente reales. Se ha agregado un personaje protagónico, el periodista Gabriel Martínez, quien investiga la muerte de su mejor amigo, otro periodista que seguía los pasos de Pickman. La acción empieza en Santiago, en un capítulo dibujado por el diseñador e ilustrador Gabriel Aiquel (con experiencia en cómics como “Protagonistas de la Música”, realizado para Canal 13 por Midia), y culmina en la isla grande de Chiloé, en un capítulo dibujado por el joven realizador Christian Luco.

El guionista Gilberto Villarroel es un conocedor del universo de Lovecraft, pues antes, en el 2000, produjo y escribió una adaptación de este mismo cuento como un mediometraje de 45 minutos, la película de culto “Chilean Gothic”, pionera del cine de género nacional y editada en DVD en Estados Unidos por Lurker Films con el título “Pickman´s Model”. El filme, dirigido por Ricardo Harrington y protagonizado por Rodrigo Iván Sepúlveda y Luis Alarcón, es considerado por Andrew Migliore, director del H.P. Lovecraft Film Festival, como “una de las mejores adaptaciones del canon lovecraftiano”.

“Esta vez –señala Villarroel- quisimos ir más allá de la adaptación cinematográfica, modificando el aspecto físico de algunos personajes y profundizando situaciones y atmósferas que fueron surgiendo a partir del diálogo creativo con los dibujantes, donde partíamos de un texto, ellos hacían los bocetos y luego, al ver los dibujos, éstos me provocaban emociones que llevaban a modificar y mejorar ese texto”.

Edita Midia, la misma casa responsable de títulos como “Los Pinochet Boys”, “Santiago Gráfico”, “Parques de Santiago”, “Cartas de la Memoria”, “Neopop, Tendencias visuales en Iberoamérica” e “Innovación, Made in Chile”.
http://www.midia.cl/
http://elblogdemidia.blogspot.com/

Título del libro:
“EL MODELO DE PICKMAN”.
Categoría:
Novela Gráfica ó Cómic-Book.
Autores:
Gilberto Villarroel (Guión)
Gabriel Aiquel (Dibujos y tintas)
Christian Luco (Dibujos y tintas)
Basada libremente en un relato de H.P. Lovecraft.
Páginas:
60 páginas, color, papel couché y tapa barnizada.
Editorial:
Midia.
Distribuye:
Catalonia.
Fecha de lanzamiento:
19 de Marzo de 2009, 19:30 horas, en librería Qué Leo.
Premios:
Fondo del Libro 2008.

lunes, 9 de marzo de 2009

Tony Bourdain in Chile: With just a little mayonnaise, chef! ( O "¡uno con poca mayo, maestro!).




FOOD: PUNCH, PORK AND PINTS . (Gilberto Villarroel). Images for smelling. Images for tasting. Images for devouring. The graphics associated with food makes us identify these products immediately, which, in spite of having any birth certificate on this planet, are part of our DNA to such a point that we have already appropriated them. In front of them, no rational explanation will do. The images go through directly, without filter, to our primitive brain, where they nest, and from where they govern our habits: we need them. We love them. We can’t live without them.

This is why, when we manage to reach the city centre, coping with the Transantiago, the smog and the waiting room music with which street side loudspeakers punish the pedestrians, we find the signs that guide us towards those indispensable products and we let them drive us. This graphics, now facing extinction, could be considered part of what Oreste Plath baptised one day “El Santiago que fue” (“The Santiago that was”)1.

The graphics reflects our food peculiarities. Here, at the south end of the world, the American hot-dog becomes the tempting “completo”, and the old simple vienesa wears all types of sauces, and an imperial suit over elaborated not only with flavours but also eye-catching colours, something likely to arouse the envy of Liberace or a young Elton John.

What’s in a “completo”? It depends on the chef’s imagination: mustard, “chucrut” (pickled cabbage), mayonnaise, tomato, avocado, ketchup (tomato and sugar, yuck!, but today it is easier to find than “pebre” (traditional tomato and onion based spicy sauce) and has become part of local tastes), green chilli sauce, red chilli paste, “salsa americana” (chopped pickle and mayonnaise sauce); the combination changes from one pub to another. Hand-painted portrait signs, which literally come out onto the street competing against other places, have also been competing for many years with the photographic realism of industrial foods, neatly framed in the backlight type signs of the fast food chains.

Busy office workers, all kind of bureaucrats, lawyers, secretaries and students squeeze into the pubs, in a well choreographed rush hour ballet, where nothing, including words, is wasted. There is no time to repeat the combination, the next ones hardly manage to voice their individual preferences, while the waiter briskly sings, without repeating himself or making any mistakes, the orders towards the kitchen: “Just a little mayonnaise, chef. No green. Two sunny side up eggs”. The hands of the chef are flying. The order is already on the bar. Crunch, crunch. Glug, glug. “The bill, please? Here is the tip. Bye, thanks”.

Globalisation v/s local identity. Local identity – or, using a journalistic expression of which Truman Capote, for a change, took possession in his books, “local colour” – recedes. It becomes a scarcer and scarcer heritage. Sometimes it disappears, sometimes it changes. Sometimes there are short breaks, consensuses that co-govern consumers’ stomachs and give stability to the model. The great planetary franchises end up accommodating themselves to consecrated local ingredients, like avocado, incorporating them to the menu, and rebaptising some of their star products with names that recall those of Chilean sandwiches like the “Barros Luco” (grilled meat and cheese sandwich).

“Barros Luco”, Barros Jarpa” (ham and grilled cheese sandwich). Spanish journalists flip out when they find out that in Chile, there are sandwiches that are called like politicians. They cannot imagine Madrileños trying to digest an Aznar or a González. It might turn out unswallowable. Impossible to speculate further without sinning by interference with other countries’ foreign affairs. In any case, the kneaded, sliced or “frica” (local type of bread) bread, voluptuous and satisfying Chilean sandwich, explains why it has been so difficult for the tapas bars and their seigniorial but skimpy portions to infiltrate the “Nuevo Extremo” (Chile). We are still far way from the balanced Mediterranean diet, and it seems like we like it that way.
The hand-painted letters on the shop windows fulfil several functions. In some bars of the city centre, they confirm to the experts which places serve “cola de mono” (literally “monkey tail”) all year long, interesting information for those who do not want to wait until the end of the year to drink this traditional cocktail of brandy, coffee and milk. The same medium is used to update the menu, in the absence of black board or plastic letters fitted in those surfaces that recall of the signs used for passport photos.

Painted letters, on many occasions, messily and with little care for spelling combined, as if they were artefacts arisen from the genial Nicanor Parra’s mind. The “papas cosidas” written with an “s” (literally “mended potatoes”, instead of a “c”, “boiled potatoes”), make us imagine some kinds of tubers from another planet, mended, with large war scars stitches, which might have survived the “gourmet” poet Pablo de Rokha’s “Epopeya de las comidas y bebidas de Chile” (“Epic of Chilean food and drink”). 2

Barbecued meats prance on these signs, real treasure chests, as if they had been forgotten on the Chilean coasts by Dutch or English pirates. The “macho” food par excellence, their signs indicate the route to follow for as many parties as groups of loafing around office workers, sport clubs, unions, mutual companies and varied associations may invent. Although the cooking temperature is not necessarily the most appropriate one, these meals are rather an exaltation of abundance, in a country where it has not always existed and that has historically been punished by earthquakes, tidal waves or ruling-parents and punishing-authoritarian types of earthquakes. The barbecue culture has its own signage, its own music, its own dance style –not necessarily that “new dance style” (using the words of a funny song of the local underground eighties rock band Emociones Clandestinas) – and its own solemnity, that of the emotional speech for “my dear guests”, “my dear friends”, “my dear companions”, as affection is what appears the most, like in buddy-movies, when the glasses of red wine that followed the pisco sour and the “vainas” (Oporto and Cognac beaten with egg ) of the aperitif start to take effect. We all love each other, we are all friends. There is hope. The world could be better, at least for the night. See you at the next barbecue.

On both sides of the Mapocho (the river that crosses Santiago from east to west), discreetly appealing to the word of mouth, to the good piece of information of a friend or family member, the “picadas”, the name given to places that are not necessarily pretty, but definitely well supplied to serve good and cheap food, survive. Boiled eggs, leg of ham sandwiches, table wines, “chicha” (Chilean cider), all are cheaply sold and successively consumed, as time goes by. There are no gaudy colours or cleaning staff pushing the clients out, as in fast foods. On the contrary, here, everything is slow. It is the countryside, hidden below the cobble-stoned carpet of the city, fighting to recover its rhythm of peaceful ruminants and clear sunsets.

Crossing some of the bridges over the Mapocho, towards the old Chimba area, turns out today to be a less titanic task than in the colonial period, when the swollen stream of the river was literally splitting the city in two. Remembering the first years of independence, Vicente Pérez Rosales wrote that Santiago, “despite its more or less founded aspirations of a great town, still possesses the narrow-mindedness proper to a village”. Some of this is quite obvious when you move away from the eight blocks of the centre. Are we still in Santiago or does this corner look like a street in Talca? What about this street up there, could it just as well be in Parral? Or in a neighbourhood of Concepción?

But as in any great city, interesting fusions appear as well. In the “cocinerías” (market shops that have a small kitchen and serve food) of the “Vega Chica” (central food market), between singers, resellers, and people selling objects obtained who knows how, making business, standing up in corridors or quickly threading their way between the tables, was long ago signed a gastronomic FTA. More extraterritorial than justice, food jumped frontiers, passed over chauvinisms of various types, and left Chilean stews, “ceviches” (Peruvian raw fish dish), clam soups and “secos de gallina” (Peruvian chicken dish), to coexist in perfect harmony on one same menu, even in the same place, now attended by obliging Chileans and Peruvians. “Nos abordaron, muchachos” (literally, “They boarded us, guys” paraphrasing Arturo Pratt’s famous speech to the Chilean navy during the Pacific War: “Al abordaje muchachos”, literally “To the boarding, men”). Congratulations.

If in economic and political matters we are arrogant and feel that we have got the right to lecture our neighbours, a healthy humility, the honest simplicity of those who know, makes cooks much more careful when it comes to showing off, as they do not forget that they are passengers on a journey that others went through before, and that others will keep on going through when they will not be there anymore.

The pasta and sauce with which workers recharge their batteries at the bar of the Vega Chica “cocinerías”, seated on wooden stools, are a bargain that the hand-painted signs bring out in big letters, with the respect that a first rate “manjar” (Chilean milk caramel jam), made accessible to common people at such a low price, deserves: less than a dollar. Pasta has made a long journey in time from China to Italy and from Italy to Chile. In front of this, there is nothing else to do but to marvel. This is what the cabled TV star chef Tony Bourdain would do if he had the chance to visit Chile. Addicted to “picadas” and “cocinerías”, this wasted jeans and “made for walking” boots New Yorker would leave the smell of poultry and beef consommes and stews sticking to The Ramones’ black shirt and, after easily emptying a couple of pints, would probably seal off the day with a politically incorrect cigarette, trying not to look at Don Miguel (the sick man printed on cigarette packs) too closely. Then, he would proclaim himself happy to be alive (4).
These enthusiastic foreigners, such as Liz Caskey, are those who sometimes have to come from far away and stand up in front of our noses to shake us and shout at us that we – seriously – live in a happy copy of Edén (according to the Chilean national anthem, Chile is “la copia feliz del Edén”, literally “the happy copy of Edén”) where, in a nearly lustful way, fruits, vegetables, fish and shellfish abound, and that it would be time for us to start cooking more and complaining less (5).

The crossbreeding of our foods is symbolised by our stews. The anthropologist Sonia Montecino calls it “the paradigm of the Mapuche-Spanish crossbreeding, the hot “hug” of the local and European traditions”(6).

Should this crossbreeding not be the key to understand each other? Should we not all be as Nicanor Parra proposed to be remembered in his “Epitafio” poem?: “Neither very ready nor dead crazy/ I have been the one I have been: a mixture/ Of vinegar and table oil/ An angel and beast sausage!”(7). Let it be.




NOTES


1 Plath, Oreste, El Santiago que se fue, Grijalbo and Biblioteca Nacional of Chile, Santiago, 1997.

2 De Rokha, Pablo, Epopeya de las comidas y bebidas de Chile, Editorial Universitaria, Santiago, 1998.

3 Pérez Rosales, Vicente, Recuerdos del pasado, Editorial Francisco de Aguirre, Santiago, p. 5.

4 Tony Bourdain chef’s No Reservations TV program, transmitted on Wednesday 22:00 pm, on Travel & Living channel.

5 Liz Caskey’s column is published each Sunday in the “Mujer” supplement of La Tercera newspaper.

6 Montecino, Sonia, La olla deleitosa. Cocinas mestizas de Chile, Editorial Catalonia, Santiago, 2005, p. 97.

7 Parra, Nicanor, Anti-Poemas, Seix Barral, Barcelona, 1976, p. 82.

Book: GRAPHIC SANTIAGO

Publication financed in collaboration with
Consejo Nacional del Libro y la Lectura, 2007.

Photographs:
Juan Francisco Somalo

Texts:
Olaya Sanfuentes Echeverría Pedro Álvarez Caselli
Eduardo Castillo Espinoza Gilberto Villarroel Escobar


Third edition, 2008


Design, edition and general production



Midia
www.midia.cl

"¡Uno con poca mayo maestro!"

COMIDAS
Por Gilberto Villarroel

CHICHA, CHANCHO Y SCHOP

Imágenes para oler. Imágenes para degustar. Imágenes para devorar. La gráfica asociada con la comida nos lleva a identificar directamente aquellos productos que, a pesar de no contar con certificado de nacimiento en estas tierras, forman parte de nuestro ADN a tal punto que ya los reconocemos como nuestros. Frente a ellos no hay explicación racional que valga. Las imágenes pasan directamente, sin filtro, a nuestro cerebro primitivo, ahí se anidan y desde ahí gobiernan nuestros hábitos: los necesitamos. Los amamos. No podemos vivir sin ellos.

Por eso, cuando conseguimos llegar al centro soportando el Transantiago, el smog y la música de consultorio con que los parlantes callejeros castigan a los peatones, encontramos las señales que nos guían hacia aquellos indispensables productos y nos dejamos llevar por ellas. A esta gráfica, ahora en vías de extinción, la podríamos considerar parte de lo que Oreste Plath alguna vez bautizó como “el Santiago que se fue”1.

La gráfica refleja las peculiaridades de nuestra comida. El hot-dog gringo se convierte acá, al sur del mundo, en el apetitoso “completo”, y la otrora sencilla vienesa se viste con todo tipo de aderezos, con un imperial traje recargado no sólo de sabores sino también de vistosos colores, algo capaz de despertar la envidia de Liberace o de un joven Elton John.

¿Qué lleva el completo? Depende de la imaginación del maestro: mostaza, chucrut, mayonesa, tomate, palta, ketchup (tomate con azúcar, ¡puaj!, pero hoy es más fácil de encontrar que el pebre, y pasó a ser parte de los gustos locales), salsa verde, ají, salsa americana; la fórmula varía de local en local. Retratados en letreros pintados a mano, que literalmente salen a la calle a disputar clientela entre una y otra fuente de soda, compiten también, desde hace años, con el realismo fotográfico de los alimentos seriados, pulcramente enmarcados en los letreros tipo backlight de las cadenas de comida rápida.

Oficinistas apurados, burócratas varios, tinterillos, secretarias y estudiantes se apretujan en un muy bien coreografiado ballet de hora-punta en locales donde todo, hasta el lenguaje, se economiza. No hay tiempo para repetir la fórmula, los segundos alcanzan apenas para dejar constancia de las preferencias individuales, mientras el garzón canta a viva voz, sin repetir ni equivocarse, los pedidos hacia la cocina: “Uno con poca mayo, maestro. Uno sin verde. Dos al plato”. Las manos del maestro vuelan. El pedido ya está sobre la barra. Crunch, crunch. Glu-glu. “¿Me da el vale? Ahí está la propina. Chao, gracias”.

Globalización v/s identidad local. La identidad local –o el color local, por usar una expresión periodística de la cual Truman Capote se apoderó, para variar, en sus libros– va en retirada. Se convierte en un patrimonio cada vez más escaso. A veces se pierde, a veces se transforma. A veces hay pequeñas treguas, consensos logrados para cogobernar los estómagos de los consumidores y dar estabilidad al modelo. Las grandes franquicias planetarias terminan acomodándose a ingredientes locales consagrados, como la palta, incorporándolos al menú, y rebautizan algunos de sus productos estrellas con nombres que evocan los de sándwiches chilenos como el Barros Luco.

Barros Luco, Barros Jarpa. Los periodistas españoles fllipan cuando descubren que en Chile hay sándwiches que llevan nombres de políticos. No son capaces de imaginar a los madrileños tratando de digerir un Aznar o un González. Tal vez les resultarían intragables. Imposible especular más sin pecar de intromisión en los asuntos internos de otro país. En todo caso, el sándwich chileno, voluptuoso, llenador, en pan amasado, frica o molde, explica por qué a los locales de tapas, con sus señoriales pero magras porciones, les ha costado tanto penetrar en el Nuevo Extremo. Seguimos lejos de los equilibrios de la dieta mediterránea. Y parece que nos gusta.

Las letras pintadas a mano sobre las vitrinas cumplen diversas funciones. En algunos bares del centro, confirman a los conocedores cuáles son los sitios en que se produce cola de mono todo el año. Un dato valiosísimo para quienes no desean esperar hasta las fiestas de fin de año para beber esta tradicional mezcla de aguardiente y café con leche. El mismo recurso se emplea para ir actualizando el menú del día, cuando no hay pizarra ni letras plásticas para clavar sobre esas superficies que recuerdan los letreros de las fotos de carnet o de pasaporte.
Las letras pintadas, en más de una ocasión, se combinan desordenadamente o sin mayores ataduras ortográficas, como si fuesen “artefactos” surgidos de la mente del genial Nicanor Parra. Las “papas cosidas”, escritas así, con “s”, nos hacen imaginar unos tubérculos de otro mundo, remendados, con costuras como grandes cicatrices de guerra, tal vez sobrevivientes de la Epopeya de las comidas y bebidas de Chile, del poeta-sibarita Pablo De Rokha2.

Las parrilladas son los pavos reales de estos letreros, verdaderos cofres del tesoro, como si hubiesen sido olvidados por piratas holandeses o ingleses en las costas chilenas. Comida de machos por excelencia, sus letreros marcan la ruta a seguir para cuanta celebración puedan inventar grupos de oficinistas sacadores de vuelta, clubes deportivos, sindicatos, mutuales y agrupaciones varias. Con grados de cocción que no necesariamente son los mejores, estas comidas son más bien una exaltación de la abundancia, en un país que no siempre la conoció y que históricamente ha sido castigado por terremotos, maremotos o por gobernantes-padres autoritarios-castigadores como terremotos. La cultura de la parrillada tiene su propia señalética, su propia música, su propio estilo de baile –no necesariamente aquel “nuevo estilo de baile”– y su propia solemnidad, la del discurso emocionado para “mis queridos comensales”, “mis queridos amigos”, “mis queridos compañeros”, porque el cariño es lo que más aflora, como en una buddy-movie, cuando las copas de vino tinto que siguieron al pisco sour y a las vainas del aperitivo empiezan a hacer efecto. Todos nos queremos, todos somos amigos. Hay esperanza. El mundo podría ser mejor, al menos por esta noche. Y hasta la próxima parrillada.

A ambos lados del Mapocho, discretamente, apelando al boca a boca, al buen dato del amigo o del compadre, sobreviven las picadas, nombre que designa a sitios no necesariamente bonitos, pero sí apertrechados de comida buena y definitivamente barata. Huevos duros, marraquetas con pernil, vinos bigoteados, chicha, todo se vende a buen precio y se consume rotativamente, dejando que las horas se desgranen. No hay colores chillones ni personal de limpieza empujando a los parroquianos a retirarse, como en los locales de comida rápida. Al revés, acá todo es lento. Es el campo, escondido debajo de la alfombra de adoquines de la ciudad, luchando por recuperar su ritmo de pacíficos rumiantes y de atardeceres diáfanos.

Cruzar alguno de los puentes sobre el Mapocho, hacia la antigua Chimba, se ha vuelto hoy una tarea menos titánica que en épocas coloniales, cuando las crecidas del río literalmente partían la ciudad en dos. Recordando los primeros años de la Independencia, Vicente Pérez Rosales escribió que Santiago, pese “a las pretensiones más o menos fundadas de gran pueblo, reúne aún las pequeñeces propias de la aldea”3. Algo de eso salta a la vista cuando nos alejamos de las ocho manzanas del centro. ¿Estamos todavía en Santiago o aquel rincón se parece a alguna calle de Talca? ¿Y esa calle de allá, no podría estar en Parral? ¿O en un barrio de Concepción?

Pero, como en toda gran urbe, también empiezan a manifestarse fusiones interesantes. Ahí, en las cocinerías de la Vega Chica, entre cantantes, vendedores de matute y de objetos conseguidos quién sabe cómo, que se transan de pie en los pasillos o en incursiones relámpago entre las mesas, se firmó hace rato un TLC gastronómico. Más extraterritorial que la justicia, la comida saltó fronteras, pasó por encima de chauvinismos de diversa índole y dejó que cazuelas, ceviches, sopas de almejas y secos de gallina convivieran en perfecta armonía en un mismo menú, incluso dentro de un mismo local, atendido ahora por solícitos chilenos y peruanos. Nos abordaron, muchachos. Enhorabuena.

Si en materia de economía y política somos agrandados y nos sentimos con el derecho de dictar cátedra a los vecinos, una sana humildad, la honesta sencillez de los que saben, hace que los cocineros sean mucho más prudentes a la hora de pavonearse, porque no olvidan que ellos son pasajeros en un camino que otros recorrieron antes y que otros más seguirán recorriendo cuando ellos ya no estén.

Los tallarines con salsa con que los obreros recargan baterías en la barra de las cocinerías de la Vega Chica, apotingados sobre unos taburetes de madera, son una ganga que los letreros pintados a mano resaltan en letras grandes, con el respeto que merece un manjar de tanta categoría puesto al alcance del pueblo a un precio tan económico: menos de un dólar.

Las pastas han hecho un largo viaje en el tiempo desde China a Italia y desde Italia a Chile, y ante eso no cabe más que maravillarse. Es lo que haría el chef-estrella del cable, Tony Bourdain, si tuviese la oportunidad de visitar Chile. Adicto a picadas y cocinerías, este neoyorquino de jeans gastados y botas “made for walking” dejaría que el olor del consomé y de las cazuelas de ave y vacuno se le pegara a la camiseta negra de The Ramones y, tras bajar sin mayor esfuerzo un par de cervezas, seguramente remataría la jornada con un políticamente incorrecto cigarrillo, tratando de no mirar demasiado a Don Miguel. Luego se proclamaría feliz de estar vivo 4.

Son estos gringos entusiastas, como Liz Caskey, los que a veces tienen que venir desde lejos a pararse delante de nuestras narices para zamarrearnos y gritarnos que vivimos –de verdad– en una copia feliz del Edén, donde abundan de una manera casi lujuriosa las frutas, las verduras, los pescados y mariscos, y que ya estaría bueno que empezáramos a cocinar más y a quejarnos menos 5.

El mestizaje de nuestras comidas está simbolizado en la cazuela. La antropóloga Sonia Montecino la llama “el paradigma del mestizaje mapuche-español, el ‘abrazo’ caliente de las tradiciones locales y las europeas” 6.

¿Y no será ese mestizaje la clave para comprendernos? ¿No seremos todos como Nicanor Parra propuso ser recordado en su anti-poema “Epitafio”?: “Ni muy listo ni tonto de remate/ Fui lo que fui: una mezcla/ De vinagre y aceite de comer/ ¡Un embutido de ángel y bestia!” 7. Que así sea.


1 Plath, Oreste, El Santiago que se fue, Grijalbo y Biblioteca Nacional de Chile, Santiago, 1997.

2 De Rokha, Pablo, Epopeya de las comidas y bebidas de Chile, Editorial Universitaria, Santiago.

3 Pérez Rosales, Vicente, Recuerdos del pasado, Editorial Francisco de Aguirre, Santiago, pág. 5.

4 El programa Sin Reservas, del chef Tony Bourdain, se emite los miércoles, a las 22 horas, en el canal Travel & Living.

5 La columna de Liz Caskey se publica cada domingo en el suplemento “Mujer”, del diario La Tercera.

6 Montecino, Sonia, La olla deleitosa. Cocinas mestizas de Chile, Editorial Catalonia, Santiago, 2005, pág. 97.

7 Parra, Nicanor, Anti-Poemas, Seix Barral, Barcelona, 1976, pág. 82.